Héroes del coronavirus

Raquel Casas es anestesista en el Hospital Ramón y Cajal de Madrid, uno de los profesionales sanitarios con más peso en la atención de los pacientes más graves.

¿Cómo estás viviendo esta situación?

Con preocupación por la mala gestión del problema que hace que siempre vayamos por detrás por mi familia y por mis compañeros y por mí, que trabajamos muy desprotegidos.

¿En qué consiste tu día a día?

Es una situación muy dinámica. En muy poco espacio de tiempo frenamos drásticamente la actividad habitual para abrir camas de críticos donde podíamos. Se planteaban dos problemas, el espacio físico y la falta de material que se requiere para tratar a estos pacientes. Llegaban continuamente, lo cual implicaba un gran esfuerzo físico y mental, organizativo y de logística. En un mismo día se llenaba una unidad y sobre la marcha había que diseñar un nuevo escenario donde colocar a los siguientes pacientes que sabíamos que iban a llegar en breve y no podíamos dejar nada a la improvisación. Anestesiología es una especialidad de alta exigencia dónde estamos preparados y entrenados para resolver situaciones críticas e imprevistas, no sólo en quirófano, sino también durante los cuidados postoperatorios en la UVI, es por ello que en esta crisis sufrimos en primera línea el peso del paciente más grave. Un mes después seguimos con la lucha diaria por estos pacientes, a lo que se suma el intentar transmitir apoyo telefónico a unas familias que dejaron a sus seres queridos solos en urgencias hace 2, 3 o 4 semanas.

¿Qué es lo que más miedo te da?

El desconocimiento de cuáles son los factores para prever qué pacientes van a evolucionar mal y cómo poner medidas para evitarlo. El cómo vamos a poder retomar una vida normal parecida a la que todos teníamos. La factura psicológica que vamos a sufrir todos los que estamos en primera línea. Pero sin duda, lo que más miedo me da, es tener que vivir con alguien de mi familia el drama de los pacientes críticos que atendemos en las UVIs.

¿Qué es lo que más te anima?

El trabajo en equipo y el apoyo incondicional de familia, amigos y compañeros. La solidaridad de muchos anónimos que se han ofrecido con lo que tienen para ayudar: comida, bebidas, EPIs caseros, su tiempo, su apoyo. Quiero hacer una mención a mi querida amiga Bea Deza, que no dudó en dejar todo para dedicarse a recaudar fondos y conseguir material de protección para nosotros, lo que le ha supuesto un esfuerzo ímprobo y una lucha titánica contra la burocracia y los problemas logísticos. La entrega de particulares y empresas que han puesto su maquinaria a funcionar día y noche para fabricar material y piezas útiles para el personal sanitario y los pacientes.

¿Crees que va a cambiar algo después de esto?

No lo sé, muchos compañeros desolados creen que no. Yo espero que sean muchas las cosas que cambien. Primero la priorización del empleo del dinero público. Que los aplausos no cesen cuando la gente deje de tener miedo, porque nosotros siempre estamos en primera línea, aunque ahora sea más visible. Llevamos años sufriendo la presión de la Administración que quiere mantener el excelente nivel de nuestro Sistema Sanitario a costa de nuestro salario, condiciones personales (yo llevo 13 años con contratos eventuales/interina) y nuestro silencioso esfuerzo personal. Inversión en Investigación y Desarrollo.

Crear equipos multidisciplinares con capacidad para gestionar situaciones de crisis, compuestos por especialistas de diferentes áreas y también contar con estamentos del ejército que ya han demostrado su capacidad para poder hacerlo. Por último, espero que hayamos aprendido lo que verdaderamente es importante, que dediquemos más tiempo y cariño a los nuestros: abuelos, padres, hijos y amigos a los que nuestro ritmo frenético deja muchas veces para después.

¿A quién aplaude usted a las 8?

A mi hija, la que al confinamiento tiene que sumar la distancia física conmigo. A mis residentes, que en un tiempo récord han crecido como la espuma y se han puesto al nivel de muchos de los que ya llevamos años en esto. A mis compañeros Anestesiólogos de Madrid, que luchan día a día por el paciente crítico, y en especial al Servicio de Anestesiología del Hospital Ramón y Cajal del que no puedo estar más orgullosa. Al ejército, a las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado así como el resto de profesionales que han de salir a trabajar exponiéndose, no pudiendo cumplir el confinamiento para poder colaborar en el cuidado de todos los demás. A la gente mayor con la que me siento en deuda y que está sufriendo un peso

Fuente: Revista Elle.

Esta entrevista forma parte del homenaje que desde la revista Elle están haciendo a los profesionales que están enfrentando esta crisis sanitaria en primera línea.

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